lunes, 20 de junio de 2011

"El malentendido" de Albert Camus

Roselin R. Espinosa
El existencialismo pudiera ser la postura filosófica más atractiva del siglo XX, más aun cuando su propuesta se filtra de textos filosóficos a literatura y arte que funcionan como tal. Encontramos algunos autores que dan cuenta de ello: el ruso Fiódor Dostoievski, el checo Franz Kafka y los franceses Jean Paul Sartre y Albert Camus, por sólo mencionar los encabezados de la lista. Camus, en concreto, desarrolló la filosofía del absurdo como variante existencialista donde se cuestiona la tendencia –casi natural- del hombre a darle sentido a la vida respecto de sí. Según esta postura, todo esfuerzo humano por encontrar un significado absoluto en el universo está condenado al fracaso pues no existe tal significado; reina el absurdo, el sin sentido.
La dramaturgia es –quizás- el género menos indagado de esta filosofía. Asimismo, El Malentendido de Albert Camus, es una de estas obras dramáticas claves. La pieza fue escrita y estrenada en 1944, dos años después de que su autor publicara El extranjero, que junto a su ensayo El mito de Sísifo son el origen de esta filosofía del absurdo.
En esta ocasión, la historia narrada parte de un hombre que después de veinte años regresa a casa con una identidad anónima y la ilusión de reconciliarse con su familia. Para entonces su madre y su hermana eran criminales que asesinaban a los clientes de su posada para robarles el dinero. A partir de la no identificación del hijo al llegar, surge el malentendido.
El relato es conducido por cinco personajes con distinta grados de moralidad, en este orden: Jan -el hijo-, María -su mujer-, la madre, Martha -la hermana-  y el criado. En el plano real son improbables los extremos éticos pero en la ficción literaria cobran total sentido. Jan y su mujer estarían del lado de la ética donde Jan roza un máximo moral, al ser quien más se cuestiona sus comportamientos y actuar pensando en el otro; frente a ellos se encuentran su hermana y el criado en un extremo amoral marcado por el egoísmo y el nihilismo.
El drama avanza y desciende hacia sentimientos de frustración, culpa, desamparo e ilusión. El hijo espera reivindicar su abandono de tantos años y se debate entre su disposición a permanecer con su familia y la irremediable sensación de no encontrarse en su casa. En esta incertidumbre, es asesinado por su madre y su hermana.
A pesar de mostrarnos en el hijo un personaje bondadoso, reflexivo y optimista, su destino no difiere del de cualquier otro desconocido. Su fe en la reivindicación humana y  las relaciones filiales no valen en un mundo donde prevalece la autorrealización individual. Así, acaba muerto en el Río más cercano, como otro viajero inoportuno.
La esposa intuye la sinrazón del modo en que se dan los hechos pero el amor por su marido le impide pensar con claridad.  Para un personaje en un grado moral donde prima el amor, no se entrevé el absurdo. La madre está vieja y cansada de toda una vida dónde sólo ha sido latente la muerte y el desencanto. La hermana tiene la intensa frustración de no haber realizado jamás ninguna de sus aspiraciones. Desconoce sentimientos como el amor, la esperanza, el dolor o la compasión y carece de creencias, moralidad, o cualquier idea que la relacione con el mundo, más que el desamparo y el caos. Sólo idealiza un lugar donde se resolverían todas sus ilusiones: la playa. Hasta alcanzar este sueño, lleva su individualidad a límites impensables. Finalmente, está el criado con sólo dos intervenciones importantes en la trama pero determinantes: recoge del suelo la documentación de Jan, y al día siguiente de su asesinato la muestra a la madre, revelando su identidad. La segunda de sus intervenciones es también la última de la obra: María cae de rodillas en la estancia al borde de la locura tras enterarse de la muerte de su esposo y comprobar la insensibilidad de su hermana. Es la última víctima del sinsentido y en ese laberinto sin salida se encomienda a Dios y ruega por su ayuda. Sólo encuentra la respuesta del criado que sale a escena, la mira y le dice un rotundo y escalofriante “¡No!”. Así termina la obra.
Basta recordar este final, y reescribir esta palabra, para regresar al desconcierto que produjo su lectura: “¡No!” Es la respuesta final a las plegarias humanas, al último reducto de la esperanza puesta en Dios.
Camus asesina  en las primeras 50 páginas al personaje más sensato, víctima de sus buenas intenciones o -como lo advierte Martha- de su ingenuidad. El motor de María, por otra parte, es el amor, sólo que éste no cuenta en un mundo poblado de orfandad. Amar es aquí un antivalor igual que la religión.
Martha es el foco del absurdo. Es quien conduce al resto de los personajes a su propia encrucijada quizás porque sólo ella tiene aspiraciones claras y se enfrenta a la realidad en tono desafiante y sin prejuicios morales. Odia al hombre en cuanto éste no puede asumir libremente su existencia y sustituye su autorrealización con figuras ilusorias como Dios o la persona amada.
Ante tal provocación plantada por Camus, no cabe la indiferencia: o condenamos a Martha bajo supuestos éticos o la juzgamos atendiendo a su agonía existencial.
La confrontación de esta obra -y en ese sentido coincide con El extranjero- consiste en la actitud del lector ante las decisiones de los personajes. ¿Nos compadecemos de las víctimas o comprendemos al asesino? Ambas obras nos orillan de modo preocupante a simpatizar con el asesino. En El Extranjero, el señor Meursault asesina sin ninguna razón aparente. Aquí Martha asesina a su hermano y acepta su naturaleza amoral sin culpas. El absurdo es presentado al interior de la obra con tal coherencia que nos llegamos a identifica con los motivos del criminal. Además Camus dota a sus asesinos, no obstante sociópatas, de auténticos rasgos de humanidad. Cito a Martha:
Se equivoca, lo humano que hay en mí es conseguir lo que deseo y con tal de conseguir lo que deseo creo que soy capaz de aplastarlo todo a mi paso.
Más allá de los límites entre realidad y ficción, condición de toda lectura, nos cuestionamos ¿Qué nos diferencia de estos personajes? ¿Cómo actuaríamos en su lugar? Camus nos convierte así en asesinos potenciales en un escenario donde los valores y la moral seden paso a la frustración y el absurdo. Del otro lado, nos espera la incertidumbre de encontrarnos en peligro inminente una vez que nuestra vida depende mínimamente de nuestras intenciones y más del tejido azaroso de las relaciones y acciones humanas, ajenas a nuestra voluntad.

viernes, 17 de junio de 2011

PERFUMANDO PARÍS

Diego López Cervantes.
Taller de apreciación y crítica VI.
6° semestre.

Para el año de 1985 se publicó por primera vez del autor alemán Patrick Süskind la novela, “El Perfume”. Cabe mencionar que era su primera publicación y logró de inmediato posicionarse como best-seller, posteriormente se tradujo a más de veinte idiomas y finalmente hace algunos años, fue llevada a la pantalla grande.
            Acontece en la Francia del siglo XVIII y nos narra la historia de un hombre en realidad peculiar, Jean-Baptiste Grenouille. Nace entre la putrefacción del mercado de pescado en el pleno corazón de París bajo el puesto de su madre, la intención de ella en realidad era dejarlo morir y luego tirarlo con los desperdicios del día pero, su suerte cambió cuando la gente se percató del llanto del infante que yacía entre las entrañas y cabezas de pescado, la mujer fue juzgada y decapitada por infanticidio.
Jean-Baptiste fue enviado con Madame Gaillard a una casa de hospedaje para huérfanos donde creció sin hablar hasta muy entrada su infancia. Odiado por los otros huérfanos descubría el mundo a través del olfato; las palabras sólo tenían sentido para él si nombraban objetos con olor, poseía un don, un olfato extraordinariamente desarrollado con el cual podía a varios metros de distancia oler si a caso un carruaje se acercaba, o atravesar el pelaje de una rata muerta con su olfato hasta llegar a las entrañas de la misma, se divertía haciendo combinaciones de olores diversos poniendo hojas, palos y cáscaras de fruta que luego olía al mismo tiempo combinándolos en un sólo aroma.
 Nunca nadie lo adoptó, así que fue vendido para trabajos pesados curtiendo pieles todo el día. Cuando fue un hombre seguía siendo retraído y casi no hablaba, su aspecto era descuidado, delgado y sucio, pero en realidad eso no le importaba, se limitaba a oler todo lo que pasaba frente a él y pronto los olores de diario le eran insuficientes, ya los conocía todos y necesitaba más, tenía hambre de olor.
Un buen día fue solicitado para ir a la capital de Francia a entregar unas pieles a un perfumista con  buena fama, pero ya pasada, el viejo Giuseppe Baldini; quien estaba en ese momento encargado de una creación reciente, un perfume que debía imitar  pero del cual desconocía los componentes de su formula para igualar el olor.
Cual fue su sorpresa que la nariz prodigiosa de Jean-Baptiste Grenouille le ayudó en la creación de la imitación, y sin necesidad de medición para igualar el perfume, luego con la capacidad que el joven tenía y utilizando algunas otras onzas de aceites puros, mejoró y superó el perfume a imitar. Fue aquí donde Giuseppe Baldini vio su mina de oro  decidiendo comprarlo a su amo, el curtidor de pieles Grimal.
Con su nuevo amo Grenouille aprendió nuevas técnicas para extraer la esencia  y fabricar onzas de aceite puro para poder mezclar, hacer perfumes nuevos y excitantes.
 Dejó a Giuseppe para emprender su viaje a Grasse, la cuidad del perfume y demostrar allá su maravilloso talento con una creación en la que trabajó por arduo tiempo, un perfume único. Consistía en el olor personal no de cosas ni de flores, era el olor de personas, específicamente mujeres jóvenes y bellas las cuales mataba para luego destilar su aroma. Se convirtió en un asesino obsesionado con crear la belleza sublime hecha perfume.
Transcurre el libro atrapando completamente al lector con su descripción detallada, con una lectura y un lenguaje fácil de digerir, sin duda, traslada al contexto de una Francia tristemente decadente y a la vez bella por el mismo retrato de su época.
 La novela se compone de cuatro partes en total, de las cuales, tres son ampliamente desarrolladas captando la atención del lector por la curiosidad de saber qué hará dentro de su demencia obsesiva por el olor  Jean-Baptiste.
Sólo uno de estos apartados puede caer de la gracia del lector, haciendo perdidiza la historia por el abandono que sufre por sí mismo el protagonista, aún así no deja de ser llamativa y atractiva hasta el final. Un desarrollo adecuado de la obra para un escritor que debuta en el arte de la palabra escrita, si bien esa parte despegada de la historia puede llegar a ser monótona, le aporta un sentido vivencial al personaje y le da un toque de locura a la trama.
  Süskind crea unas insuperables descripciones del ambiente, la época y los lugares por los que pasa Grenouille, a base sobre todo de los olores, implantando una  conexión del lector con el protagonista, al tener en común la visión de la vida, de un modo tal que el olfato es repentinamente el sentido más importante del ser humano.
 Un punto a destacar es que Süskind explica el posterior paradero de todos los personajes que se van encontrado con Grenouille, como una especie de intermedio, a veces propone destinos muy crueles para todos aquellos que, influenciados por los acontecimientos, actúan de una manera o de otra contra él.
             El final es lo más conseguido de la historia, brillante e inesperado.
 Así que siendo esta mi modesta opinión sobre un libro que ha vendido millones de copias y recomendado por muchas personas, me temo que debo remitirles a su lectura para que se forjen su propia opinión.
     

EL MANANTIAL QUE DA VIDA Y TRAE LA MUERTE

Martha Judith Silvestre Romo
Salvador Gallardo Topete nació en 1933 en la ciudad de Aguascalientes, estudio derecho en la UNAM y en la universidad autónoma de Zacatecas, pero desde muy pequeño tuvo un gran interés  literatura, gracias a su padre, a escrito y publicado en varias ocasiones. Es maestro de la Universidad Autónoma de Aguascalientes e imparte cursos en el Ciela-Fraguas, también es promotor cultural, ha publicado varios libros y  participado en revistas como Tierra baldía.
Gallardo Topete en su libro Estancias del sueño nos habla en uno de sus cuentos, de un viajero, que salió de su pueblo con un grupo de jóvenes aventureros, en busca de tierra fértil, quien se queda solo al final de su viaje, donde   encuentra un manantial que lo atrae a la caída, a su muerte, pero resiste con la idea de salvar a los demás viajeros   de la locura de morir en aquel manantial. El cuento cambia de lugar y ahora el protagonista es un agricultor que ve morir unas aves calcinadas por un rayo, una de esas aves cae al agua y se transforma en pez, al parecer lo del agricultor fue solo un sueño del viajero.
En el cuento el protagonista observa hipnotizado el manantial lleno de vida que lo llama a su muerte, en la narración encontramos en un mismo lugar representados ambos extremos de nuestra existencia.  ¿La muerte no será un sinónimo de querer vivir más? cuando más intensamente vivimos, más nos acercamos a la muerte y siempre está la pregunta  de que si inconscientemente lo que queremos es morir, nos atrae, será la curiosidad de saber cómo es, que hay después, desde que el ser humano comenzó a enterrar a sus muertos comenzó la idea del más allá, el deseo de no dejar de existir y que la muerte sea sólo una prolongación en un estado diferente.
Vivimos anhelando la muerte y deseamos que la muerte sea vida.
En la segunda  parte del cuento, se encuentra un hombre que descansa bajo un árbol y ve caer varias aves muertas, abatidas por un rayo,  una de ellas cae sobre el agua y se transforma en un pez, en esta parte vemos como el agua da vida,  pero no solo eso, también  se muestra la creencia del tiempo circular de que nada deja de ser,  solo se transforma en otra cosa, tal vez esa sea la respuesta a lo que nos espera después de la muerte.
Sabemos que nuestro cuerpo en descomposición alimentara a otros seres y  a la tierra, seguirá habiendo vida gracias a nosotros, nuestras moléculas se transformaran en otras cosas, y lo que nos da vida seguirá en ellas, entonces no es un gran misterio la muerte, si hay vida después de la muerte. En realidad la pregunta gira alrededor d si seremos consientes después de la muerte, de si tendremos el recuerdo de nuestra otra vida, la respuesta es  no, esta no es nuestra primer vida ya hemos vivido en el mundo como materia desde que todo comenzó y obviamente no nos acordamos de nada.
Estamos aquí desde que todo empezó y no vamos a dejar de existir hasta que todo termine, no hay un más allá y para que queremos más, ¿no se nos hace  suficiente millones de años?
La narración nos hace ver otro aspecto muy interesante, el protagonista no salta, la idea que lo mantiene vivo es el deber, el deber para con los demás, decide quedarse para proteger a los  viajeros de la locura que la sed les provocará.
Todo un dilema crece entre el deber y el querer, desde el principio del cuento el autor describe el manantial, es decir la muerte, como “la alucinante imagen del deseo” el protagonista delira por morir,  al final termina ganado el deber, pero no es cualquier deber,  es el deber a  la humanidad, el que nos hace los seres sociales que somos.
El deseo de que existiera un más allá nació con la conexión que comenzamos a tener con otras personas, cuando el ser humano decide  enterrar a sus muertos, de ahí viene nuestro deseo de vivir, deseamos vivir para los demás, creemos que somos necesarios para ellos porque sentimos que ellos son necesarios para nosotros.
Entonces no es el deseo de tener conciencia después de la muerte lo que nos hace creer en el más allá,  es el deseo de no estar solos.

El poeta de Zacatecas; el alma de Aguascalientes.

El poeta de Zacatecas; el alma de Aguascalientes. 
Miguel Ángel Torres Sánchez
Nacido en Jerez de la Frontera, Zacatecas, en el mismo año de en que Rubén Darío publicó su revista Azul (1888), José Ramón Modesto López Velarde Berumen comeienza a plasmar sus pensamientos cuando ingresó en el Seminario Conciliar de Zacatecas en el año de 1900 y a la edad de 14 años en 1902, traía consigo la experiencia del desarraigo, la inquietud por la poesía y el candor de los clásicos. Posteriormente siguió sus estudios en el  Seminario de Santa María de Guadalupe y en el Instituto de Ciencias de la ciudad de Aguascalientes, la tierra ardorosa. Aunque no nació en Aguascalientes, gran parte de su obra fue el reflejo de lo que vivió y sintió en esta tierra. Su prolífero inicio y profundo arraigo que tuvo en ésta ciudad, insertó en toda su obra poética esa característica provinciana, romántica y pasional. Quizá mucho de ello fue producto del encuentro que tuvo durante su estadía en este estado, con la mujer que inspiró sus letras. 
En 1906 colaboró en una revista de nombre “Bohemio”, publicada en Aguascalientes, usando el seudónimo de "Ricardo Wencer Olivares", de esta manera aparecieron sus primeros textos publicados. Cabe mencionar que fue en las páginas de “El Observador”, periódico liderado por el ideólogo y gran impulsor de la literatura regional Eduardo J. Correa, en donde Ramón López Velarde inició plenamente su carrera literaria. Entre mayo de 1907 y junio del siguiente año, escribió una columna titulada “Semanales”; en 1908 ingresó al Instituto de Científico y Literario de San Luis Potosí y colaboró en periódicos y revistas de provincia. A pesar de conocer a Francisco I. Madero en 1910 y  simpatizarle el movimiento revolucionario, no fue seguidor de esta causa. En 1911 recibió el título de abogado y se trasladó definitivamente a la capital en 1914.
En periódicos y revistas de la Ciudad de México publicó con regularidad ensayos, poemas, periodismo político y crónicas. Ocupó modestos puestos burocráticos y docentes. Así mismo, entabló rápidas y efusivas amistades entre el mundillo periodístico y bohemio, iniciándose con arrojo, pero también con timidez y freno religioso, al erotismo que podemos ver en algunas de sus obras.
En su segundo libro, “Zozobra”, de 1919 pueden advertirse ya las marcas, de las "flores de pecado", como él las llamó, resultado de sus vivencias en la ciudad de Aguascalientes. En ese momento tenía 31 años y continúa soltero. Por el mismo año, un amigo de la escuela de Leyes de San Luis Potosí, Manuel Aguirre Berlanga, secretario de Gobernación del régimen Carrancista, lo lleva a trabajar a su lado. Tras el episodio de la muerte de Carranza, López Velarde queda desempleado y decide no trabajar más en el gobierno, sin embargo, en 1921, cerca del aniversario de la Independencia escribe uno de sus trabajos más conocidos: “La Suave Patria”.
Esta circunstancia laboral, aunado a un fracaso sentimental, acabaron con su ánimo: en 1921, muere en la madrugada del 19 de junio asfixiado por la neumonía y la pleuresía, en una casa de apartamentos de la Avenida Álvaro Obregón, entonces Avenida Jalisco de la ciudad de México.
Con 28 años y su eje geográfico cultural que fluctuaba entre Jerez-Aguascalientes-San Luis Potosí; consolidó su vida sentimental, periodística y literaria en su primer libro de 1916, editado por Revista de Revistas, “La Sangre devota”. El contenido de esta obra delató su nostalgia por la provincia, el fervor de su pureza y la figura de la musa de sus primeros versos: la mítica Fuensanta.
Josefa de los Ríos, de la hacienda de Ciénega, es quien lleva este reconocido sobrenombre de Fuensanta, le dedicó poemas y, a partir de 1903, fue el alma de su obra y buena parte de su vida. En Aguascalientes reafirmó y arraigó su vida artística, estudiantil y religiosa. Le tocó estar frente a un catolicismo que estaba frente al liberalismo, la modernidad, el autoritarismo y la corrupción de varios grupos que buscaban el poder. A partir de esta diversa etapa de su vida, modeló su comportamiento vital y poético como lo menciona Enrique Rodríguez Varela: “lo divino y lo mundano, lo sagrado y lo profano, la carne y el espíritu, el vuelo y la caída y el padeci-miento”[1](sic.)
Elogio a Fuensanta, es uno de sus más destacados poemas. Éste escrito forma parte de los muchos pensamientos dedicados a su amada, hacia su querida Fuensanta. Sin embargo el poema no destaca solamente por ser una simple composición, sino porque es en sí una despejada declaración de amor y no la adulación hacia un común objeto metafórico. Este sentir demuestra en su totalidad lo comentado anteriormente: nostalgia, sinceridad, amor, pureza y la fuente principal: su musa. Este breve poema destaca una serie de glorificaciones hacia Josefa de los Ríos. Sus letras hablan del gozo que sintió ante ella, cómo es que en su “boca…descubrió el sabor de los besos maternales”, la vivencia entre sus manos, la humildad con la que le “reza su tristeza”, y como sus ojos le encienden su camino ante la penumbra. Con ello, la vívida nostalgia y la extravagancia masoquista se nos presenta  en el último verso: ¡Quién me otorga en mi retiro yermo / tener,  Fuensanta, la condescendencia / de tus bondades a mi amor enfermo / como plenaria y última indulgencia![2]
López Velarde tiene temas recurrentes y reconocibles a simple vista; el añoramiento hacia su vida, sus provincias, el tinte de melancolía y su amor son adjetivos tomados a menudo por el poeta. Plasma poblaciones, tranquilidad y hasta ambientes aletargados. Estas sensaciones se dan sobre todo en sus versos, éste conjunto de ideas profundizan sus textos. Su tradición literaria y herencia cultural devienen en innovación y fidelidad, en invención y lealtad, universalidad que no traiciona las raíces y fidelidad que no asfixia su apertura al tiempo. Su influencia adoptada del positivismo (ya sea que estuviera a favor o en contra), la tradición literaria ante nuevas corrientes finiseculares y la emergencia de un estado de modernización, componen la obras y el estilo lopezvelardeano. Pocos como Ramón López Velarde pueden encontrarse en la historia de nuestra literatura, no sólo por su genio y la calidad de su lenguaje, sino porque a él se debe, en mucho, el cierre del modernismo y la fundación de nuestra poesía contemporánea.
Fue un hombre de su tiempo, el poeta provinciano, católico y tradicional, que al mismo tiempo iba definiendo los aromas propicios para su lírico olfato, “el más característico, el más refinado, el más precioso y sensual de los sentidos que poeta alguno como Baudelaire haya puesto jamás”, tal y como lo apreciara la sensibilidad de los poetas de  los Contemporáneos Xavier Villaurrutia.[3]


Fuentes
*      Jesús Gómez Serrano, Aguascalientes en la historia 1786-1920, tomo III/vol. II “Sociedad y cultura”, Aguascalientes, edición del Gobierno del Estado, 1988.
*      Camacho Sandoval Salvador, Bugambilias, 100 años de arte y cultura en Aguascalientes 1900-2000, Aguascalientes, UAA, 2010.
*      Flores Hernández Benjamín (compilador). La independencia y la revolución en la historia social y cultural de México, UAA, Aguascalientes, 2010.
*      Rodríguez Varela Enrique, Las dualidades faustas y funestas de Ramón López Velarde, mecanoescrito, Aguascalientes, México, 2001.
*      Poemas de Ramón López Velarde, s/a, Editorial Época SA, 1991, México.


[1] Rodríguez Varela Enrique, Las dualidades faustas y funestas de Ramón López Velarde, mecanoescrito, Aguascalientes, México, 2001, pp.1-2
[2] “Elogio a Fuensanta”, en Poemas de Ramón López Velarde, s/a, Editorial Época SA, 1991, México, P.p. 7- 8.
[3] Rodríguez Varela Enrique, “El aprendizaje de aquellos años. Ramón López Velarde en Aguascalientes” en La independencia y la revolución en la historia social y cultural de México, UAA, Aguascalientes, 2010, p. 140.

Ante la Ley de Frank Kafka

Frank Kafka nace en Praga en 1883, era judío y estaba enfermo de tuberculosis, en 1906 se graduó de Doctor en Derecho, en la Universidad de Praga. Escribe tres novelas como son: el proceso, el Castillo, América y la Metamorfosis, cuentos, parábolas, relatos breves, además de escritos autobiográficos. Se casa con Felice Bauer en 1918 y a la edad de 41 años, en 1924, fallece en el sanatorio de Kierling.
Un campesino llega Ante la Ley, y pide al guardián que custodia justo esa entrada -la cual tiene siempre las puertas abiertas-, que lo deje entrar a la Ley, pero éste le responde diciéndole que en ese momento no puede dejarlo pasar, posteriormente le expresa el guardián que posiblemente entrará, pero por lo pronto no. El campesino, observa su largo abrigo de pieles, su gran nariz puntiaguda, la larga y negra barba de tártaro del guardián que se encuentra a un lado de la puerta, y quien le dice: yo soy sólo el último de los guardianes. De sala en sala irás encontrando guardianes cada vez más poderosos. Ni siquiera yo puedo soportar la sola vista del tercero.
El campesino no se imaginó tal dificultad, pensó que la Ley debería ser accesible para todos, pero al fin de cuentas decide esperar -sentado en un banquillo al lado de la puerta- hasta que el guardián le permita entrar. El hombre permanece esperando días y años, algunas veces hace el intento de entrar y le ruega al guardián se lo permita, pero éste no accede. Y con frecuencia, se la pasa formulándole preguntas de muchas cosas y posteriormente le dice, que aún no puede entrar. El campesino intenta sobornar al guardián, con las provisiones para su viaje, y aunque el  custodio le recibe todo, le dice que acepta sus regalos, para que no crea que le haya faltado algún esfuerzo.
Al paso de los años, el campesino piensa que aquel guardián es el único obstáculo que se opone a su acceso a la Ley, maldiciendo su suerte en voz alta, y, cuando envejece, ya sólo se escucha un pequeño murmullo, su vista se debilita a tal grado de no saber si obscurece a su alrededor o si sus ojos le mienten; dentro de aquellas penumbras observa una luz resplandeciente e inagotable que surge de las puertas de la Ley. Ya no lo quedaba mucho tiempo de vida, pero antes de morir, reduce todas las experiencias de esos años, en una pregunta, para ello le indica al guardián que se acerque a él, debido a que su cuerpo estaba débil y rígido, el guardián se acerca y se inclina mucho y al momento le dice: ¿Qué quieres saber ahora?, el campesino le contesta, si todos buscan la Ley, ¿por qué en todo el tiempo que llevo aquí, nadie más ha solicitado permiso para llegar a ella?, el guardián percibe que, el campesino está a punto de morir y le grita, para que pudiera escucharle, Nadie más podía entrar por aquí, porque esta entrada estaba destinada a ti solamente. Ahora cerraré.
Y con tal inesperado final, termina el cuento, dejando la incertidumbre del ¿qué paso después?, ¿para qué quería ir el campesino Ante la Ley? y ¿porque aquella puerta estaba destinada sólo para que entrara el hombre?.
El campesino, probablemente estaba purgando sus pecados, al estar esperando durante su estancia ante aquella puerta, junto con su propio guardián, preparó su alma para ser juzgada y posiblemente así poder realizar su viaje hacia sus nuevos aposentos, para poder vivir una vida después de la muerte, o tal vez, el hombre insistió tanto en estar Ante la Ley, que perdió todos los años que le quedaban de vida para poder cruzar esa puerta, la que estaba destinada para sí mismo y de la cual se tuvo que preparar para poder cruzar.
Puede ser también, que alegóricamente se represente a la ley de Dios, en este caso la religión y en éste sentido, según corresponda a cada una de éstas, se obedezcan para obtener precisamente los beneficios que de ella se proclamen, no importando los caminos, sino el buen comportamiento y la fidelidad, para llegar hasta lo destinado por Dios.
Al decirle el guardián al campesino, que de sala en sala, iría encontrando otros guardianes más poderosos que él mismo, es que posiblemente se refería a otros niveles de pureza y que cada vez se le iba a estar probando más, a lo que quedara de su persona, hasta que quedara sin mancha alguna.
Muchas de las veces deseamos obtener cosas, para las cuales no estamos preparados, pero hacemos hasta lo imposible para alcanzarlas, y aunque el conseguirlas, nos lleve a perder o desperdiciar otras cosas u oportunidades que pudieran ser un tanto buenas, como por ejemplo, cuando algún adolescente, quiere brincar su etapa y llegar a la adultez, para poder vivir otras experiencias, que siendo adolescente no podrían suceder, puede que éste viva siempre ilusionado, al desear algo -que llegará, pero a su debido tiempo- y paralelo a ello, perderse una divertida etapa muy importante de su vida, que tal vez cuando llegue se pueda arrepentir y querer vivir realmente  su adolescencia.

María del Carmen Esparza Pérez

Nota: la crítica de "El marquez de Sade"
 es de Braulio Ismael Bautista Oropesa

¡Diles que no me maten! de Juan Rulfo

Roberto Martínez GuerraTaller de Apreciación y Crítica

Se trata de un cuento de Juan Rulfo de mediados del siglo XIX, en el cual se hacen presentes el miedo, el dolor, la venganza y el asesinato.
Este texto es breve en cuanto a su extensión, pero el discurso que maneja esta repleto de un profundo mensaje, que Rulfo externa por medio de sentimientos desgarradores, que se hacen casi palpables en los personajes del relato.
La historia comienza con un hombre, Juvencio Nava, suplicando por su vida diciendo: ¡Diles que no me maten, Justino!
Muchos años atrás Juvencio Nava había tenido un pleito con un terrateniente, Don Lupe Terreros, el pleito había sido por que Juvencio metía por las noches a sus animales en las tierras fértiles de Don Lupe para que estos pudieran pastar y no murieran de hambre. Don Lupe amenazo con matar a sus animales, hasta que un día le mata a un novillo y Juvencio furioso mato a Don Lupe. (Juvencio pensaba que tuvo razones para hacerlo).
Poco tiempo después la viuda de Don Lupe murió, al parecer de pena, y dejo a sus dos hijos de apenas 5 años el mayor, huérfanos, así que fueron llevados a la ciudad con alguna familia para que los cuidaran.
Y Juvencio paso el resto de su vida huyendo, escondido para no pagar por su crimen. Perdió todo lo que tenia; sus tierras, su casa, sus animales, su esposa lo dejo, el ni siquiera quiso averiguar con quien o a donde se fue.
El miedo no lo dejaba vivir, pasaba temporadas en el cerro escondido comiendo solo verdolagas. Algunas veces se quedaba con su hijo, Justino, quien había crecido y ahora estaba casado, con 8 hijos.
Juvencio estuvo así por 30 años, huyendo para el cerro cada que llegaba algún fuereño al pueblo. Cuidando lo único que le quedaba, su vida.
Cierto día, 4 militares llegaron al pueblo y pasaban por la milpa fresca, Juvencio bajo para decirles que no la pisaran, y estos lo atraparon y lo llevaron con un Coronel, que resulto ser uno de los hijos de Don Lupe que buscaba venganza. Este le reclamo por haber matado a su padre, por la forma tan brutal en que lo hizo, a machetazos y encajándole un trinche,  dejándolo agonizar por dos días en un arroyo. Juvencio alegaba que el no le había hecho daño a nadie, que lo dejaran vivir, que ya no valía nada, que estaba viejo y que ya había pagado por su crimen todos estos años con miedo, escondiéndose.
El Coronel no lo escucho, mando que lo amarraran, le dieran algo para que se emborrachara y después lo fusilaran. Después llego Justino el hijo de Juvencio, le puso un costal en la cara para que no se escandalizara la gente por el rostro de su padre desfigurado por las balas, lo subió en el burro como un bulto y regreso al pueblo a enterrarlo.
Me parece maravillosa la manera que tiene para relatar historias, sin salir de su entorno que, aunque usa algunas palabras y modismos de la gente del pueblo, no deja de ser algo elevado para los personajes de sus relatos.
Rulfo tiene una manera muy pulcra de escribir, sin tratar de adornarse de mas, o de sonar muy elevado, se preocupa principalmente por lo que transmite en sus relatos y de hacerlo con verosimilitud utilizando todos los recursos que tiene a la mano.
Para elaborar sus textos, toma personajes y escenas de su entorno y les da un valor más estético. Hace composiciones con elementos aislados, como si estuviera armando un rompecabezas, no sobra ni falta nada.
Rulfo maneja temas de contenido muy complejo de una manera muy sencilla y cotidiana, su originalidad es indiscutible.
En el cuento, nos muestra a Juvencio desgarrado, implorando por su vida, se puede hasta sentir pena por él, por este pobre individuo, que como él dice, no vale nada y que como muchas veces pasa es hasta cuando ve la muerte a los ojos que le nacen las ganas de vivir.
Se percibe un personaje petrificado por el miedo, como si se encontrara enfrente de una serpiente venenosa a punto de morderlo, esto en el momento en que nos narra que Juvencio quería decir que él no había hecho nada malo, pero por alguna razón no puede decirlo, y cuando por fin lo dice nadie lo escucha.
No hay duda de que Juvencio mato a Don Lupe, y es curioso que nos muestren un personaje, que siente culpa, que vive escondido, temeroso y avergonzado pero que justifica su acción a sabiendas de que fue mala. Y que cree que ya tuvo su castigo por lo que hizo. Aquí surge una paradoja, el criminal que se siente juez, verdugo y víctima.
En los personajes se muestran otros valores, por ejemplo:
·         Justino, el hijo de Juvencio, el trata de ayudar a su padre, pero llega el momento en el que decide ya no hacerlo, cuando este le dice, casi exigiéndole, que vaya con el coronel y le diga ¡que no lo maten!, A Justino le da miedo que se den cuenta que es hijo de Juvencio y lo maten a él también y le dice que él tiene que velar por sus hijos y su mujer. Pero al final de la vida de Juvencio, Justino era la única persona que le quedaba, es la persona que se lo lleva para enterrarlo.
·         El Coronel, lleno de resentimiento por el asesinato de su padre, buscando vengarse, no quiso ni siquiera ver a Juvencio a la cara, para evitar sentir lástima por él y perdonarle la vida.
Este es un momento trágico, con aires revolucionarios, ubicado en la época de la postguerra, un relato con leguaje rural, aunque un tanto elevado para el perfil de sus personajes. Esta historia no debió estar tan alejada de la realidad en aquellos tiempos, puede haber sido hasta algo cotidiano. Se trata de un cuento desgarrador en el que Rulfo nos plasma una escena de un hombre gritando !Diles, diles que no me maten!

LA SECTA DE LOS TREINTA

Alondra Susana Castañeda Rodríguez

LA TRAGEDIA DE LOS INVOLUNTARIOS
Sin pensar en lo que tenía que leer, un día inesperado llega a mis manos un libro de Jorge Luis Borges, al abrirlo y comenzar a leerlo, es cuando me doy cuanta que es de él y de El libro de arena quienes serán los cómplices perfectos para aventurarnos a las dimensiones que maneja en el cuento “La secta de los treinta” 
Venia a mi mente las imágenes precisas de lo que cada secta hacen de acuerdo a sus creencias, Borges relata en su cuento hechos interesantes de las mismas y hace hincapié en el comportamiento del hombre y en  los ritos de la semana de pascua para los cristianos. Pone con claridad en una balanza una diferencia en una y otra, y critica los tiempos de herejías, pero lo que me llama la atención es como involucra personajes mitológicos con los de los relatos bíblicos, encontrando similitudes tanto en número como en situaciones encontrando dos personajes interesante por un lado Jesús y por el otro Judas, personajes que según Borges son Iguales y voluntarios porque son los que deciden.
Esta misma comparación la podemos encontrar  en las tres versiones de judas, (Ficciones) del mismo autor y me pone a pensar en lo que algún día yo viví, observaba gante llena de la fe y de la esperanza, viviendo los momentos más dolorosos de esa traición, manteniéndome en la distancia y estando en un punto neutral, me dedico solo a contemplar y comparar, me mueve el deseo estar allí, pero Borges me hace dudar, hacia dónde tengo que ir, ¿será que dentro se mi se encuentra estas dos posturas voluntarias de Jesús y Judas?
En una sociedad donde predomina las acciones del bien y del mal creo, que no solo en este caso de religiosidad, se dan estas posturas en los hombres, sino que no hace falta creer en una divinidad para ser atrapados en esta maraña y ponerse el traje de los personajes, cualquier superioridad tratará de imponer su pensamiento, sabrá manejar o mejor dicho manipular lo que está a su alrededor, es allí donde se produce el efecto y existirán las traiciones, las ambiciones, alianzas, y los descontentos de las personas.
Los verdaderos personajes que cada día vivimos una tragedia involuntaria, de significados incomprensibles, de desconociendo somos nosotros. Borges es razonable en lo que escribe, y en lo que analiza, pero dudo en algunas cosas, debido a que no solo se puede pensar en esas escenas que para algunas personas nos podría hace dudar, se trata de profundizar, y más en estas situaciones donde se tiene que ver desde varios puntos de enfoques, las historias nuca terminan y eso lo manifiesta en el cuento declarado que El fin del manuscrito no se ha encontrado, dejando a la imaginación lo que posiblemente el lector le dará el toque de su propio fin quedando todo en lo involuntario, nosotros podemos creer o no y que todo va a  radicar en la fe que cada quien tenga.
Algo de lo que me pude percatar es que este cuento tiene una pequeña frase que quizá es la que detona el pensamiento que el hombre quiera adoptar Se la verdad pero no quiero razonar la verdad” esto me pone a pensar que muchos de nosotros que creemos cada quien en lo que sea, pero que aún sabiendo que si es real o no o si es bueno o malo, no queremos darnos cuenta de lo que realmente es. Nuestros actos de hacer las cosas involuntariamente no se permite el razonamiento, solo lo actuamos produciendo que los instintos del hombre sea naturales y esto no es más que la necesidad de la creencia.
El creer que los personajes involuntarios dentro del cuento se quedan en “Involuntarios” será falso, siempre mantienen un acto que lo llevan a los voluntarios a pagar las consecuencias, puede decirse que son las decisiones de los voluntarios  los que los llevan a la perdición, y es cierto pero creo que uno sin el otro no serán complementos y que esa historia nuca pudo ser así. Esta relación que existe en Jesús y Judas siempre será confundible y enigmática, se buscarán conjeturas de lo que realmente puede ser, pero jamás se sabrá, solo se queda en eso en conjeturas, y en querer envolver las ideas de las personas.
Borges fue muy sencillo en su cuento “La secta de los treinta”, pero el mensaje es mucho más complejo, imaginarse esas sectas y todo lo que lleva a la “Verdad” de los voluntarios pienso que será algo que jamás se podrá saber.