jueves, 16 de junio de 2011

LA PERPETUIDAD DEL TIEMPO, por Xóchitl Vianney Martínez Arango.

Tomando en cuenta los momentos importantes para la tradición literaria y los grandes personajes emergidos de algún lugar del planeta, me será grato retornar la mirada hacia México contemporáneo, para recordar a todo un personaje intelectual, gran poeta, ensayista, traductor e impulsor de la cultura en México: Octavio Paz Lozano. Dicho personaje desde mi punto de vista, es un ejemplo a seguir, ya que es indiscutible su importancia dentro de la historia de México y su trascendencia en el mundo de la literatura.
En esta ocasión, Paz nos deleita en su poema La Piedra del Sol con la impersonalidad de energías cósmicas; me refiero a que Paz habla como si se tratará de alguien, pero ese alguien termina siendo intangible, el cual podemos percibir como un ser, como el tiempo, o como ambos a la vez; lo que este deja, lo que se lleva, lo que está dentro de él y lo que no se ve a pesar de su presencia. Nos habla de nacimiento y muerte, de nuestra vida, que en realidad no es nuestra, pero desvivimos en ella y para ella.
También nos presenta lo como tema: la existencia de un algo o un alguien, que buscamos, reconocemos y sabemos que está aquí pero, ¿Quién es, qué es? Es un ser al que llamamos Dios, es el tiempo que llena de vacíos momentos mientras consume. ¿A quién consume? A nosotros, ¿Quiénes son nosotros? Nosotros somos el todo y somos nada; somos uno, somos todos, somos el otro y el otro somos nosotros; esto es un juego de palabras empleadas por Octavio Paz dentro del poema, que muestran como capta las energías interminables entre ese Ser unánime y los demás seres.
Me es impresionante como enlaza con frases sencillas pero bien elaboradas las ideas que, guiadas por su verso armónico (principalmente endecasílabo) da varios sentidos en el poema; este va más allá de lo tangible, es aquello que simplemente percibimos y amamos, como lo hacemos con otra persona, porque este acto traspasa al Ser unánime y detiene los minutos.
En el fragmento citado a continuación, Paz saca su lado erótico tratándolo como algo trascendental, habla del amor carnal y del divino, de nuestro instante como humanos y la necesidad que tenemos de recrearnos, o mejor dicho, de reproducirnos para preservar nuestra especie. Nos muestra un desnudo, pero no cualquiera, porque el desnudarse no es solo referido a la pasión del amor, es también destaparse para  dejar ver cuáles son los verdaderos deseos, es disfrutar libremente de la vida que se nos presta solo un instante:
<<los dos se desnudaron y se amaron
por defender nuestra porción eterna,
nuestra ración de tiempo y paraíso,…
… los dos se desnudaron y se besaron
porque las desnudeces enlazadas
saltan el tiempo y son invulnerables,
nada las toca y vuelven al principio>>
Ciertamente el poema está lleno de erotismo, amor a la vida, de pasión a los sucesos transcurridos: lo pasado que se vuelven recuerdos, lo presente que se vuelve un instante y lo futuro que es imprescindible.
Al final del poema, se nos muestra una vez más, que somos parte de un todo <<desprendía mi ser de su envoltura, me arrancaba de mí, me separaba de mi bruto dormir siglos de piedra y su magia de espejos revivía>> para regresar al principio natural <<un sauce de cristal, un chopo de agua…>>; de esta forma se completa el ciclo y comienza otro igual.
Retomando el título del poema: Piedra del Sol recordaremos que esta pieza prehispánica, es el calendario azteca cuya función (así como la de cualquier calendario) mide el transcurrir del tiempo; pero particularmente, este también prevé los cinco Soles aztecas, estos son los ciclos de la vida que simbolizan el movimiento cósmico. El calendario nos recuerda que todo tiene un principio y un fin, que se nace para morir, pero a final de cuentas, todo  regresa al principio natural y/o divino recreándose para volver a comenzar. Así hace Octavio Paz su poema, inicia con el final dando movilidad a la lectura.
En general el poema me parece bellísimo, lleno de significados, es armónico en su fonética y en su estructura, es sutil en su verso libre pero tan directo en la idea. Aunque, lo que más me gustó es que el poema se presta para hacer una reflexión de nosotros, preguntarnos cuál es nuestro lugar en el mundo, quiénes somos, de dónde venimos, pensar en la relación que tenemos con el cosmos y la naturaleza, sobre el transcurso de la vida y sus etapas como seres vivos: nacimiento, desarrollo, reproducción, senectud y muerte. Todo esto relacionado con un elemento indispensable para la medición de lo que transcurre: el calendario.
Creo que Paz, no pudo haber elegido mejor objeto que La piedra del Sol azteca, me pareció que el autor se basó en los elementos simbólicos inmersos en dicha pieza, creando un análisis sobre la existencia y  nuestro lugar en el universo. El poema me confirma la idea que tenía sobre Octavio Paz, porque no es un crítico solo de su época,  puesto que logra traspasar lo visible a la esencia humana, haciendo trascender a este poeta como el gran pensador mexicano.

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